Núria Amat


¿Me enamoré de ti al instante esa noche?
Feliz podría estar la vida entera,
atada a ese recuerdo.

A medida que envejecemos,
mudan huertos en desvanes,
pasan aguas, risas, epitafios,
no hay corazón que aguante la nieve de los tiempos,
pero estos momentos de vértigo
jamás se alteran.

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Angustia es un hilo del cerebro
colgado del vacío de la vida,
bombilla desnuda que ilumina
la nada necesaria.

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Dicen que el duelo
es consuelo lento de la pérdida.
Yo no lo creo.
Para decirlo claro:
el tiempo actúa como chispa,
paraliza la emoción de la ausencia,
abotona el alma,
corrige las arrugas de la histeria,
ya no lloro,
o lloro menos,
pero, para mí,
todo escribe la fecha del intérvalo.

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Si tuviera que elegir una palabra,
creo que sería vida.
Si tuviera que elegir un color,
sin duda, sería el blanco.
Si tuviera que elegir un nombre,
sin más pensarlo, me decidiría por el tuyo.
Pero, si tuviera que elegir un dios,
mataría esta vida,
que tan contadas veces he vivido.

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Experiencia
es el pasado
resumido en una frase
clara y perfecta
como un eco.

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Sé que una mujer normal
no debe pensar y amar
a un mismo tiempo,
pues pensar confunde expectativas,
aplaza el dolor,
pone orden a las cosas,
encadena el sentimiento,
palabra que huele a infancia y a letrina,
en efecto, algo salta,
siempre voy buscando símiles,
efectos paralelos.

Pensé otra vez tu cuerpo soñoliento,
el gemido de tu ropa, tus lentes
torturando el libro inútil,
amor que perdura a fuerza de afonías,
a veces, me sorprendo pensando,
tan libre de ti me tienes,
que apenas si te siento.

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¿Mi vida, te preocupa?:
duermo mucho,
como entrecortadamente,
la carne no me gusta,
no sé si será hambre,
pero, a veces, leo
(debería forzar mi antigua
devoción por la lectura),
ya no fumo,
o fumo a ratos,
para fastidiar mi ego, hablo poco,
hablo poco porque
la verdad, lo creas o no,
camina sangrienta y medio muerta,
grito más
(son los años que se quejan
de este fragmentado cuerpo),
y cuando no grito,
sueño que soy vieja y que ya no escribo,
el texto se construye solo,
me gusta reír,
pero en este país, en este pueblo,
también la risa anda sonámbula,
se pone gafas oscuras,
como el alcohol dormido.
¿Qué turno es el mío?
Me toca salir los jueves,
con la compañía del vampiro,
es un hombre gris,
como son cansados los rostros del espejo.
Con puntualidad de mujer augusta,
saludo la embestida al sol desnudo,
evito el somnífero del almuerzo,
bailar la noche me acompaña, extiendo
los brazos para dormir más tarde
pero caen las horas de mis dedos
y argumenta mi sangre los segundos.
Al teléfono, lo desprecio,
tampoco se acuesta conmigo,
juego fríamente con la sábana,
convoco la eternidad en la cama,
hago siesta en una sepultura.
Me digo: la vida es hermosa,
hace tiempo que no vivo,
gesto inmóvil,
desciendo a las verdades frías
y te escribo a propósito
de lo que hago y no hago
en este dormitorio tan impuro.